Últimos trabajos del 2010.
En los estantes donde guardo los papeles, semiocultos, quedaban los restos de una resma de papel con barbas que compré hace más de 15 años. El tiempo les dejó marcas, arrugas y manchas como las que nos aparecen a las personas cuando envejecemos. Eran como un anciano sin más vivencia que la del paso del tiempo. Correspondía entonces tratarlos con cariño, moverlos con delicadeza y darles un contenido vivencial.
Usando la almohadilla de un frasco de medicamentos y la espátula suave, fueron apareciendo sobre la piel del palpel puntos y líneas como manchas y arrugas, consecuencia ya no del paso del tiempo, sino de su propia historia vital. Nombres y fechas, amigos, novias, momentos de orden y de locura, relaciones y vínculos, reales, inventados, rotos o constantes.
La poesía nos hace humanos, sin ella sólo nos queda la piel inerte.
Entrado el 2011 he continuado con esta serie de poemas hasta que se terminaron los papeles. Pero me he quedado con una de esas hojas en blanco, por respeto a su edad y también como manera de dejar abierto este poemario.
Es reconfortante encontrar sensibilidad y la capacidad para expresarla.