Texto de la entrada del 4 Octubre, 2010
En el taller trabajo sobre un plano horizontal, dos caballetes y dos traviesas me sirven de apoyo. De la superficie de los cuadros hasta el suelo, la pintura reboza y cae gota a gota imperturbable. Sobre el suelo se va formando una capa de acrílico sólido que es el resultado del continuo chorrear de los colores. Es relativamente fácil quitar esta piel de pintura y cada mas o menos dos años, la levanto del suelo. Es como una arqueología del trabajo en el taller, puedo reconocer los colores, datarlos, referirlos a éste o aquel cuadro.
Ya me gustaría que esta piel se despegara entera pero no es así. Finalmente sobre la mesa quedan cientos de trozos de irregulares formas y tamaños. Hermosos.
El azar los creó y yo me propuse crear con ellos una serie de piezas en las cuales la intención está en simples cortes/desplazamientos y en la mirada que los escoge y reúne.
A modo de collages sobre tela fui dando un orden, una intención, al caos del gota a gota.
Siete piezas nuevas de la serie hechas con los últimos restos de pintura del suelo del taller.
Cinco nuevas